Un día a mediados de febrero 2012
El atardecer en su
esplendor dorado.
La arena es una
alfombra dibujada con gráciles pisadas
de las gaviotas, las
olas se apaciguan al llegar a la orilla,
dejando rescoldos de
agua, emulando trasparentes espejos
en la lisa playa.
La brisa impregnaba
la piel con ese húmedo e impercepti-
ble olor a mar, el
mas salado de los perfumes.
El rumor de las
olas llegando incesante me aporta una sen-
sación acunante y un sentimiento de sosegada energía.
El sol, una aureola
grande, en su fulgor marchito, por la ca-
ída de la tarde,
impregnaba nuestras retinas de fascinación.
¡Nos fuimos!
sintiendo crujir la húmeda arena bajo nuestras
huellas y pensando
que hermosa que es la playa en invierno.
Que magnífico paseo
para relajarse y sentirse en paz con la
vida.
Puri
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